Un equipo de investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha descubierto que existe una interacción preponderante entre los sismos lentos y silenciosos en los últimos cuatro terremotos fuertes que ocurrieron en México.
El estudio publicado en Nature Communications detectó que el desencadenamiento de fuertes terremotos puede ser la causa de una acumulación de tensión que se produce a raíz de la deformación en zonas acopladas en la interfaz de las placas tectónicas. Estas son capaces de desestabilizar la interfaz ocasionando terremotos de gran magnitud.
Los investigadores aclararon que no todos los sismos lentos provocan terremotos fuertes necesariamente, aunque es probable que estén relacionados cuando ocurre una cadena de eventos sísmicos a escala regional como sucedió en México.
El desencadenamiento de grandes terremotos en una falla que alberga un deslizamiento sísmico o el desencadenamiento de eventos de deslizamiento lento (SSE) al pasar ondas sísmicas implican cuestiones sismológicas con importantes implicaciones de peligro.
Solo unas pocas observaciones sugieren plausiblemente que tales interacciones ocurren realmente en la naturaleza. En este estudio, los investigadores mostraron que tres terremotos devastadores recientes en México probablemente estén relacionados con eventos de deslizamiento lento, describiendo una cascada de eventos que interactúan entre sí a escala regional a través de perturbaciones cuasi-estáticas y / o dinámicas en los estados de Guerrero y Oaxaca.
Tal interacción parece estar condicionada por la memoria transitoria de los materiales terrestres sujetos al estrés “traumático” producido por las ondas sísmicas del gran terremoto de Tehuantepec del 2017 (Mw8.2),que perturbó fuertemente los ciclos de eventos de deslizamiento lento en un segmento de 650 km de largo de la interfaz de la placa de subducción. Los resultados implican que la amenaza sísmica en grandes áreas pobladas es una función en evolución a corto plazo de los procesos sismotectónicos que a menudo son observables.
La tasa de sismicidad varía con el tiempo y depende de cambios tanto en el estado de tensión como en las propiedades de la Tierra sólida. La diversidad de terremotos descubiertos en los últimos años, junto con nuevas observaciones de variaciones transitorias muy pequeñas en las propiedades de la corteza, ofrecen una perspectiva sin precedentes para explorar la causalidad entre diferentes procesos sismotectónicos.
Los efectos inferidos de los eventos de deslizamiento lento (SSE, también llamados terremotos silenciosos) en terremotos grandes y devastadores han llevado a preguntas críticas estrechamente relacionadas con el peligro sísmico.
El papel de los eventos de deslizamiento lento en el ciclo sísmico parece haber sido preponderante en el inicio de algunos mega terremotos. Las observaciones también muestran que las ondas transitorias de los terremotos telesísmicos o regionales pueden desencadenar eventos de deslizamiento lento y temblores tectónicos, que son dos fenómenos estrechamente relacionados en fallas activas.
Los fluidos altamente presurizados donde ocurren terremotos lentos 11 hacen que las condiciones de fricción sean muy sensibles a pequeños esfuerzos o perturbaciones de deformación, por lo que juegan un papel importante en la generación de eventos de deslizamiento lento y, ciertamente, en su interacción con eventos devastadores.
Recientemente, tres grandes terremotos ocurrieron en el centro sur de México causando más de 480 muertes y pérdidas por 1,600 millones de dólares.
La secuencia del terremoto se inició con el gran acontecimiento del terremoto de Mw8.2 en Tehuantepec el 8 de septiembre de 2017, el terremoto más grande jamás registrado en México, que puede haber roto toda la litosfera subducida de Cocos.
Once días después y a 480 km al noroeste, el 19 de septiembre, el evento de fallas normales Puebla-Morelos un terremoto de Mw7.1 (a 57 km de profundidad) provocó un impacto mortal en la Ciudad de México, donde 44 edificios colapsaron y 600 resultaron seriamente dañados a pesar de su notable lentitud.
La secuencia terminó cinco meses después, el 16 de febrero de 2018, con un evento de empuje de Mw7.2 debajo de Pinotepa Nacional, Oaxaca, a más de 250 km de los dos terremotos anteriores, causando daños donde rupturas similares han dañado severamente las infraestructuras locales en el pasado.
Además de los terremotos dañinos, la zona de subducción mexicana es propensa a eventos de deslizamiento lento muy grandes y temblores tectónicos persistentes, especialmente en los estados de Guerrero y Oaxaca, que se extienden a lo largo de las regiones epicentrales de la secuencia sísmica.
Al momento de los eventos de Tehuantepec y Puebla-Morelos, se estaban llevando a cabo dos eventos de deslizamiento lento separadas en Guerrero y Oaxaca. Otros eventos de deslizamiento lento también sucedieron en ambos estados de una manera inusual durante y después de la secuencia del terremoto de cinco meses, presentando una historia única que merece ser contada y entendida.
La investigación sugiere que la ocurrencia del gran terremoto de Tehuantepec anticipó la ocurrencia del fatídico sismo registrado el 19 de septiembre de ese mismo año. “Lo que nosotros postulamos es que las ondas sísmicas de ese sismo con magnitud 8,2 fueron tan grandes que modificaron, es decir, suavizaron, llamémosle así en términos divulgativos, los materiales de la falla geológica donde rompió el terremoto de Puebla-Morelos 12 días después, facilitando también la sucesión extraordinaria de sismos lentos en la región, e incluso la ruptura del sismo de Pinotepa Nacional, cinco meses después, el 16 de febrero de 2018”, explica Cruz-Atienza.
El estudio también ahonda en cómo las ondas sísmicas del gran terremoto de magnitud 8,2 alteraron fuertemente la recurrencia y magnitud de los sismos lentos posteriores en todo el sur de México, cambiando completamente el patrón de deformación de la corteza continental. Antes de este terremoto, los sismos lentos ocurrían cada cuatro años en Guerrero y cada 1,5 años en Oaxaca, aproximadamente. Tras el gran terremoto, estos sismos silenciosos sucedieron en periodos de tiempo mucho más cortos, entre 0,25 y 0,5 años.
Con base en el análisis de los datos y modelos sofisticados, los investigadores también demostraron que uno de los sismos lentos ocurrido a inicios de 2018 en Oaxaca desencadenó la ruptura del terremoto de magnitud 7,2 en Pinotepa Nacional, y que a su vez las ondas sísmicas de este terremoto provocaron otro gran sismo lento en la costa Chica de Guerrero.
Desde hace dos décadas, la comunidad científica internacional estudia la relación que hay entre estos sismos lentos y la ocurrencia de terremotos potencialmente devastadores, una interrogante que ahora tiene una evidencia más a partir de los hallazgos en torno a los últimos tres grandes terremotos en México. Para el análisis de los datos geodésicos obtenidos de los registros de 57 estaciones de posicionamiento global (GPS) ubicadas en el país, se utilizaron sofisticados modelos matemáticos y computacionales.
“Aquí lo que es extraordinario es, por un lado, esta sucesión de eventos sísmicos, una cadena que supuso la interacción física entre sismos lentos y rápidos durante casi dos años, provocando tres terremotos devastadores en solo cinco meses. Y, por otro lado, la inédita alteración del ciclo de sismos lentos, a nivel regional. El origen de todo esto, fueron las ondas sísmicas del gran terremoto de Tehuantepec, cuya amplitud no tiene parangón desde que existen registros sísmicos en el país”, añade Cruz-Atienza, distinguido por la revista Nature como uno de los diez científicos más destacados del mundo en 2017 y autor del libro Los sismos, una amenaza cotidiana.
El estudio concluye que el monitoreo continuo tanto de la deformación continental como de las propiedades sísmicas de la corteza resulta esencial para evaluar la posibilidad de grandes terremotos en el futuro y para tener una idea más clara de la evolución temporal de la amenaza sísmica en México...
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